genera malestar, seguiremos haciéndolo porque no hemos aprendido a hacerlo de otro modo.

Moverse desde la evitación del malestar es otra cosa y puede estar interviniendo en que seamos para el otro, alejándonos de nuestras propias necesidades, funcionando para que el otro no se moleste, se enfade, nos ignore o nos reproche.

Y aquí viene, cómo no, un entendimiento, también, desde una perspectiva existencial: la diferencia entre ser para el otro o ser con el otro.
El ejemplo descrito más arriba, elegir acompañar a esa amiga, está siendo elegido desde el "ser con el otro".

La cuestión, efectivamente, si la elección la hago desde aquí y no desde el temor al reproche, desde la obligación, desde el creer que no merezco otra cosa, desde el invisibilizarme.

Porque lo que se estaría priorizando ahí es el compromiso con lo que para mí es importante en esta vida, en cómo quiero vivirla y en quién quiero ser y ser es, más que nada, hacer.

Podemos elegir quedarnos esa noche con esa amiga que lo está pasando mal en lugar de salir por ahí de fiesta, sosteniéndose esta elección incluso desde el peligroso marco priorizarme yo/priorizar a los demás.

Podemos cambiar ese marco a convertirlo en una elección y desde donde vamos a elegir. Podemos contextualizar esa elección dependiendo de quién, de cuánto, de dónde, de para qué.
Podemos elegir desde lo que es valioso e importante en un momento dado.

Sobra la primera coma. Disculpen mi precipitación.

El problema está en que habrá que recolocar esos pensamientos que, habitualmente, es como si estuvieran en el estante de las especias y hubiera que trasladarlos al del los congelados. Y por eso huelen, porque no están en el estante que les corresponde.

Pero, en realidad, ¿es esto siempre así?
¿Acaso las barreras que dificultan la terapia no forman parte de la terapia? ¿Pueden esas barreras ser parecidas a otras barreras que están dificultando una vida mejor?
¿Puede algo en terapia que parece ser un atasco no serlo?