El cuerpo no está enfermo: está condicionado. Y la liberación no pasa por pastillas, sino por cambiar las contingencias. Eso implica modificar las condiciones materiales del sufrimiento, no su sintomatología.

El feminismo radical, en alianza con el análisis conductista radical, propone otra lectura: No hay “trastornos de personalidad”. Hay sistemas de control que moldean conductas para mantener la obediencia y el diagnóstico psiquiátrico es una forma de moldeamiento coercitivo.

Así el sistema se limpia las manos. El problema deja de ser el patriarcado, la pobreza, la violencia sexual o la soledad estructural… y pasa a ser “una mujer con mal carácter”. Porque si el sufrimiento tiene sentido, entonces hay que cambiar el mundo, no a las personas.

El modelo biomédico no puede soportar la idea de que el malestar sea racional y relacional. Porque si el sufrimiento tiene sentido, entonces hay que cambiar el mundo, no a las personas.

l conductismo radical nos enseña que toda conducta tiene una función: llorar, gritar, huir, autolesionarse — son respuestas aprendidas ante entornos que castigan la vulnerabilidad y refuerzan el silencio.

Desde el conductismo radical feminista, el sufrimiento no se “tiene”: se aprende, se mantiene y se refuerza dentro de sistemas de opresión. No hay cerebros defectuosos, sino historias de castigos, abusos. La “patología” no está dentro del cuerpo: está en la relación (social).

Una vez te nombran “TLP”, tu conducta es leída desde la sospecha. Tu protesta es “drama”, tu miedo es “manipulación” y tu deseo es “inestabilidad”.
El lenguaje médico funciona como la tecnología del poder.

El modelo biomédico es ese dispositivo perfecto para el capitalismo patriarcal. Individualiza lo estructural, medicaliza la rabia, y encapsula la violencia. Convierten
el abuso, en “disregulación emocional”, el abandono en "dependencia" y la supervivencia, en“impulsividad”.

Desde un análisis conductista radical, no existen las personalidades como entidades internas. Existen historias de contingencias: entornos que castigan, que refuerzan y que modelan conductas. No hay una “mente rota”: hay vidas moldeadas, muchas veces, por el dolor.

El TLP no existe. Existen mujeres que aprendieron a sobrevivir en entornos que las castigaron por sentir. Y mientras el patriarcado necesite cuerpos dóciles, la psiquiatría seguirá inventando diagnósticos para las que se niegan a adaptarse.

Y otra cosita: Conciliación es posibilitar que les adres tengan recursos (incluido tiempo) para cuidar de sus hijes, no que les hijes tengan esclavizado su día las mismas horas que les adres. Dejad de pervertir los conceptos, desgraciados.

Es rotundamente falso, una de las magufadas más ridículas y peligrosas que he escuchado.