incluso en lo que parece más simple y común.

en sus granos la historia de un ecosistema complejo y vivo.
Esta actividad ha constituido una ventana abierta al mundo submarino, despertando el asombro y la conciencia ambiental entre nuestros alumnos, quienes se han llevado consigo una nueva perspectiva sobre la vida que habita en el océano,

única, sino también una oportunidad para reflexionar sobre el equilibrio de los ecosistemas marinos y el impacto humano sobre ellos. Este acercamiento al mundo microfósil permitió que los estudiantes comprendieran cómo un sistema de coral puede erosionarse y perdurar en forma de arena, llevando

agua y el estado del ecosistema coralino. Además, hemos encontrado fragmentos de corales y otros microfósiles calcáreos, como restos de conchas y espículas de esponjas marinas, cada uno de ellos reflejando una función en la red ecológica del océano. La actividad no solo fue una experiencia visual

observado diminutos restos de foraminíferos, pequeños organismos marinos que construyen sus caparazones de carbonato de calcio, los cuales se acumulan y forman parte de la arena tras su muerte. Estos organismos, esenciales para la salud del arrecife, son bioindicadores que reflejan la calidad del

vida en la barrera de coral de la región. Bajo la lupa binocular, nuestros estudiantes han podido identificar microfósiles y fragmentos minúsculos de organismos que habitan o habitaron los arrecifes, descubriendo una biodiversidad inesperada y maravillosa. Entre las partículas de arena hemos

nuestra profesora de Francés, Bene, de Nueva Caledonia, una región francesa en medio del Océano Pacífico, cuya capital Numea se encuentra a casi 18.000 km de La Paca. Esta actividad ha revelado que la arena, lejos de ser sólo granos inertes, es un pequeño ecosistema que cuenta historias sobre la