Cada vez que me subo a un tren de Renfe me vienen estas líneas de Houellebecq a la cabeza.

Otras treinta, y ya podemos dar por terminado el libro a falta de una leçon. Me he ido a pasear al perro.

Entregado el siguiente. Treinta páginas. Esta vez sopita en casa.

Por desgracia he logrado desbloquear el ordenador y he tenido que comerme cinco horas de clase.

Quiero estar así, pero he bloqueado el ordenador hasta que escriba cinco mil palabras y tengo clase dentro de una hora. Y vuestra tarde, ¿cómo va?

Quizá sí que valga la pena pasarse de cuando en cuando por aquí.