+ fuerces a nada... —Desliza las manos por su cintura, subiendo lentamente por su espalda—. Si crees que con la invitación formal es suficiente, y que puedes conseguirla, está bien. Lo haremos así.

Quizá no fue lo más apropiado, pero Paul no se negó. Los dos quisieron acostarse aquella primera noche y lo hicieron. Lo que le importa al Atreides es que después de aquello Feyd no le dio la patada, sino que han seguido viéndose. Algo tiene que significar, o eso quiere pensar.

—No quiero que te +

+ entonces cómo voy a conseguir que me dejen ir contigo a Suecia? Mi madre odia a su padre... Si no le damos motivos para pensar que estaré a salvo, será imposible convencerla. Y a mi padre.

Igual está pecando de ingenuo, pero él ha conocido a un Feyd muy diferente al que narra la prensa. No es que piense que es un santo ni mucho menos, pero a él lo ha tratado bien. Y no puede creer que la conexión que siente sea solo por su parte... El Harkonnen también tiene que sentirla.

—¿Y +

+ Estoy seguro de que cuando te conozcan será más fácil vernos. Mi madre tiene una idea muy clara sobre mi abuelo, pero a ti realmente no te conoce.

Lo suyo con Feyd va a una velocidad de vértigo, pero es que Paul no se ve capaz de echar el freno. Se siente tan fascinado por él que cada día lo necesita más.

Le roba un beso, mimoso, y asiente.

—Sí, pero mis padres ya empiezan a sospechar que algo pasa... ¿Por qué no vienes a casa mañana? +

+ costumbre, y se lanza a abrazarlo. La mochila se le cae al suelo.

Paul viene con el uniforme del instituto. Después de clase estuvo en la escuela de idiomas y después se escaqueó para venir a ver a Feyd. Ni siquiera ha tenido tiempo de cenar. Eso sí, sus padres creen que dormirá en casa de un amigo.

Sonríe en cuanto ve al Harkonnen, tan guapo como de +

+ consumidos por las pupilas, siguieron a Feyd mientras se movía por la habitación. Se acababa de apartar de él y ya lo echaba terriblemente de menos, pero estaba tan bueno que se quedó anonadado mirándolo—. Dios, qué guapo eres...

+ dos chicos dejándose llevar por un arrebato de pasión. No tenía derecho a exigir, ni a pedir, y sin embargo sentía que el Harkonnen ya le pertenecía. No tenía ninguna lógica. Quizá estaba demasiado abrumado, demasiado cachondo.

—Rompería muchos corazones, me temo... —Los ojos verdes de Paul, +

+ forma lastimera. No dejaba de morderse los labios una y otra vez, tan excitado que sentía que iba a arder en cualquier momento.

Solo de pensar en cuántos habrían tenido la oportunidad de tener a Feyd así se lo llevaban los demonios... Y no tenía sentido. Apenas se conocían y no eran más que +

Los dedos de Feyd encontraron un punto exacto en su interior que lo volvió loco. Había leído lo suficiente (y sí, también había visto porno) cómo para saber de qué se trataba, pero hasta ahora no lo había experimentado.

La descarga de placer que lo sacudió lo obligó a arquearse, gimoteando de +

+ no podía parar de lubricarse como una niñita cachonda.

+ en esa boca caliente y húmeda. Oh, qué delicia... Se estremeció, dejando caer la cabeza hacia atrás.

—Aaah... F-Feyd... Sí... Así... Así... Oh joder... —Apartó la mano derecha de las sábanas para agarrarlo del pelo. Abrió más las piernas, ofreciéndose. Se sentía estimulado por todas partes y +