+ su calor. Se ha acostumbrado tanto a él que ya no podría imaginarse un mundo sin Paul Atreides a su lado.

—Pero haré lo que me pidas... Aunque sé que tu madre no me va a ver con buenos ojos, a fin de cuentas le robé su título.

—Iré mañana... Pero... ¿Qué es lo que sospechan exactamente? —Le preocupa que se imaginen la realidad, porque entonces tratarán de separarlos—. Si se enteran de lo nuestro no creo que les guste, Paul. Y te faltan unos meses para ser mayor de edad...

Lo atrae contra su cuerpo, necesita sentir +

+ apropiado.

—Pero está bien. Iré a ver a tus padres y fingiré que soy un inocente niñito sueco... Les hablaré de mis estudios y cuando me saquen noticias de prensa les comunicaré que sólo hablaré en presencia de un abogado... ¿Mejor? —Le besa la nariz.

—Ni que fuéramos a matarte... Si tienes una invitación formal de la baronía no pueden negarse...

Feyd no cree que pueda convencer a su prima de que es un buen chico. No lo es y Paul debería saberlo. A fin de cuentas se lo tiró el primer día que se vieron y tal vez no fuese lo más +

+ nada por Paul.

—¿Qué te hace pensar que que me conozcan es buena idea? Dudo que quieran tener a su hijo en manos de un depravado Harkonnen... —le acaricia la cintura—. No sé, Paul... No se van a tragar que somos amigos del alma.

Feyd no tiene ninguna gana de encontrarse con su prima. Es cierto que no lo ha visto desde que era un niño, pero la prensa lo ha convertido en un crápula peligroso (no les falta algo de razón) y está seguro de que su "influencia" no será bienvenida. Tampoco sabe si podrá fingir que no siente +

No hace tanto tiempo que Feyd era también un chaval de instituto, aunque el centro privado al que acudió en Suecia no era muy estricto con el uniforme. Abraza a Paul en cuanto éste entra en la habitación y no puede evitar sonreír.

—¿Te quedas esta noche al final?

+ no se ha quitado hoy en todo el día.

Feyd está leyendo junto a la ventana, haciendo tiempo hasta que llegue Paul. El refugio no les va a durar mucho tiempo, pero piensa aprovecharlo todo lo que pueda. En cuanto escucha los golpes en la puerta, se acerca a abrir. Va descalzo, con tan solo unos vaqueros negros y las gafas de pasta, que +

+ se detuvo, jugueteando con él.
Entonces se apartó para ir a por el lubricante y un condón.

+ mientras se dedicaba a saborearle los huevos cargados, duros como piedras.

—Mírate, Atreides... Estás para comerte. ¿Te imaginas si tus fans te viesen así? La de infartos que causarías...

Sin dejar de mover los dedos, uso la lengua para lamerle el vientre hasta llegarle al ombligo, donde +

+ torturándolo, de forma cada vez más audaz. No tenía prisa. Podía seguir torturándolo un rato más. Ya estaba saboreando su lubricación salada y sabía que Paul acabaría por correrse si seguía así mucho rato, pero tenían toda la noche. Empujó un segundo dedo en su interior y lo movió poco a poco +

Feyd sintió cómo Paul le tiraba del pelo y también vio cómo sus muslos se separaban y sus caderas se movían buscando más. Era una delicia contemplar aquello, tenerlo al alcance de sus dedos y su lengua. Se chupó el dedo y dejó caer un poco de saliva en el cerrado orificio de Paul para seguir +

+ lubricación del glande antes de metérselo en la boca. Entonces empujó un poco más, penetrándolo ligeramente, mientras lo chupaba como si fuera un caramelo.

—Mmmmh... —Tenía un olor masculino, pero limpio. Y su sabor era una delicia. Se lo metió hasta la garganta, hasta sentir una arcada.

+ Atreides podía robarle el corazón y la cordura. Lo necesitaba. Lo deseaba. Joder, lo estaba volviendo loco. No quería parar todavía para ir a buscar el lubricante, así que siguió torturándolo con el dedo y para acallar su miedo le recorrió la erección con los labios y después le lamió la +

—Oh, no te preocupes, tengo de todo —Feyd siempre había sido promiscuo. Había empezado joven y nunca había perdido el gusto por ello. Había hecho casi de todo y no se arrepentía. Lo único que no había conseguido hacer era enamorarse. Pero en aquellos momentos tenía la sensación de que Paul +

+ me tengas dentro no podré controlarme.

+ Le coló la mano entre los muslos y le acarició el apretado orificio con un dedo que después se llevó a la boca para llenarlo de saliva. Repitió la operación, empujando cada vez más, hasta que le coló la punta de uno de sus largos dedos en el interior.

—Iremos poco a poco... Porque cuando +