+ iguales.
Ofreció el brazo a Livia y la condujo a los jardines, guiándola como si fuera una flor delicada, una rosa perfecta. Una vez lejos de miradas indiscretas, Coryo se giró hacia ella.
—¿Mejor? —Le apartó un mechón suelto del pelo y se lo colocó detrás de la oreja.

+ Aquello parecía un regalo del cielo. Y qué ciego había estado fijándose en aquella zarrapastrosa del distrito doce. Qué bajo había caído, qué confuso había estado. Cómo había podido llegar a sentir algo por alguien así era algo que no se explicaba. Se sentía humillado y horrorizado a partes +

Coryo sonrió levemente, sin dejar de acariciarla con la mirada. Empezaba a sentirse muy a gusto en compañía de la joven, no sólo porque era perfecta para él, sino porque podía percibir en ella cierta admiración que siempre había deseado. Nunca soñó con que Livia Cardew lo mirase con buenos ojos. +

+ se tomó su tiempo antes de soltarla para aplaudir, como el resto de las parejas.

—¿Quieres salir al jardín a tomar el aire?

+ aún albergase malos recuerdos de cierto pájaro cantor. No podía dejar que aquella mala experiencia arruinase el resto de su vida.
Hizo girar a Livia entre sus manos, grandes y de dedos largos, y la condujo por toda la pista acaparando la atención de todo el mundo. Y cuando la música se detuvo,+

+ todo lo que importaba. Además, sentaba bien tener como pareja de baile a una de las mujeres más bellas de la fiesta. Porque Livia era espectacular, aquello era innegable. Ambos bailaron mirándose a los ojos, moviéndose con facilidad entre las demás parejas. Coryo adoraba la música, aunque +

Coryo notaba las miradas, pero no podrían importarle menos. Atrás habían quedado los tiempos en que tenía que preocuparse por si se notaba demasiado que llevaba una camisa vieja de su padre o un chaleco hecho con trozos de cortina. Era atractivo y estaba subiendo como la espuma y eso era +

+ siempre había sido muy altiva. Pero ese entusiasmo no parecía fingido. Ya en la pista de baile, la tomó por la cintura y la acercó a su cuerpo, esperando que ella rodeara su cuello con una mano. La música era lenta, pero informal. La gente quería divertirse y ellos también podían hacerlo.

+ su madre murió en su propio lecho, no en el lecho conyugal. Claro que él todavía no se había planteado cómo sería su vida de casado. Todavía no parecía algo real.
Sonrió y tomó la mano de la joven, relajándose casi de inmediato ante su actitud. Había temido un rechazo, ya que Livia +

Coryo no estaba seguro de que en un matrimonio la gente compartiera cama cada noche. Parecía algo lógico entre los pobres de los distritos menos afortunados, pero el Capitolio (y más concretamente la élite del Capitolio) no era proclive a la intimidad. Sus padres tenían habitaciones separadas y +

+ a nadie jamás —comentó, con los pensamientos perdidos en aquel maldito bosque del Distrito Doce. La música empezó a sonar, anunciando la inauguración de la pista de baile. Coryo le ofreció la mano a Livia y le sonrió—. ¿Bailarías conmigo, por los viejos tiempos que nunca fueron?

+ que la chica ocultaba algo. Como si estuviera incómoda con lo que había (o no había) pasado entre ellos cuando eran más jóvenes. ¿Tanto la presionaban con este enlace como para que ella lo aceptase incluso cuando estaba claro que le parecía un capullo?

—No sé si es posible llegar a conocer +

"No creo que realmente lo sientas". Era irónico que precisamente ella lo acusara a él de falso, cuando de los dos era el que no se había esforzado en disimular nada en ese encuentro. Se lo debía. Si iba a empezar ese camino a su lado, al menos merecía sinceridad.
Aunque Coryo se daba cuenta de +

+ costado un mundo pronunciar aquellas palabras.

+ sobre la situación de mi familia. Algunas condiciones parecen contagiosas, ¿verdad? Pero los Snow siempre caen de pie... Siento no haberme dado cuenta, Livia. Estaba ocupado disimulando el hambre —confesó en voz baja. Una muestra de confianza que esperaba que ella no despreciase. Le había +

+ no tenía nada que ver con la idea romántica que se había hecho del amor años atrás. Entendía que Livia estuviese decepcionada. Seguramente esperaba palabras de amor o canciones estúpidas.

—¿No podías acercarte a mí? Ah, entiendo... No te permitían acercarte a mí. Supongo que había dudas +

+ clase de esposa serás, Livia? ¿Quieres seguir trabajando en el banco? Puedes hacerlo. Aunque preferiría que mi esposa criase a mis futuros hijos. ¿Quieres responsabilidad política? Hasta cierto punto podrás tenerla, no planeo hacer todo el trabajo por mí mismo —suspiró, desde luego esto +

+ me traicione. Y soy muy consciente de que no puedo conseguir lealtad sin lealtad —se encogió de hombros—. No soy un mujeriego, no bebo, no me drogo. Puedes mirar mi historial. No hay nada en mí reprochable —sólo algún que otro asesinato, pero de gente que nunca había importado nada—. ¿Y qué +