🔟 Casi no menciona a las víctimas.
Y cuando lo hace, se coloca a su mismo nivel, hablando del “daño familiar” que ha sufrido él.

🔚 Intenta diferenciar entre un “hombre que se ha equivocado” y una “mala persona”.
Pero el problema no es eso:
No es maldad.
Es irresponsabilidad.

8️⃣ Y, en medio de todo eso, se pone a hablar de impuestos, política lingüística, agua y burocracia.
Como si fuera un mitin.
Como si nada hubiera pasado.

9️⃣ Remata diciendo que “por voluntad personal habría dimitido hace tiempo”.
Otra vez el papel de víctima.
Pero no dimite.

7️⃣ Incluso suelta:

“No les voy a llamar asesinos por errar en sus predicciones”.
Una frase tan innecesaria como reveladora.

6️⃣ Entra de lleno en el victimismo:
Dice que ha “batallado para que se conociera la realidad”.
Culpa al temporal, a la CHJ, a los medidores, al Gobierno… a todos menos a él.

5️⃣ Su “visión política” de desplazarse a Utiel solo reforzó la imagen de un presidente ausente, desconectado del drama real.
Admite errores, pero no los detalla.
Y aclara que “ninguno fue por mala fe”.
El clásico “me equivoqué, pero sin querer”.

4️⃣ Aún repite que “el Poyo estaba seco” y que todo fue “inimaginable”.
Ya no es ingenuidad: es negación.

3️⃣ Su “autocrítica” es casi simbólica:

Dice que se permitieron bulos, pero sigue fomentándolos.

No pidió la emergencia nacional.

Se excusa con ingenuidad por haber recibido al Gobierno “de forma amable”.

Y encima mantuvo su agenda ese día.

2️⃣ En el fondo, sigue considerando inevitables las muertes.
Y, una vez más, no asume ninguna responsabilidad.