Un faraón contaba con el capital suficiente para pagarse el mejor ritual, los mejores expertos, los mejores materiales y los lugares más aptos para la conservación; el resto... Bueno, digamos que el conservarse también es una cuestión de clase.
Cuídense.

Pues eso. Que también se pueden conservar los cadáveres, pero tenemos que tener en cuenta la manera de hacerlo y los componentes socioeconómicos que pueden existir en el proceso.

La conservación puede, y digo puede no debe, tener una dimensión real. Podría ser que la nigromancia sea posible y que al morir el primer cuerpo se pueda retornar, pero si no tienes recursos vuelves a una piltrafa y no a un cuerpo funcional.

A quienes se conserve mantendrían una apariencia de forma continuada y quien se incinere será inmaterial.

Como en los casos anteriores, meter fantasía ahí en medio le da otra dimensión a todo este proceso.

Esto genera una idea muy graciosa: gente que muere y cuyo cuerpo no se trabaja que pueden estar casi igual que cuando estaban vivos por un momento ―mueren rápido y dejan un bonito y efímero cadáver―, pero acabarían desmontándose.

¿A qué me refiero con ello?
Si necesito tener un cuerpo en plan decente para entrar al más allá porque mi alma debe de manifestarse en ese espacio como una proyección de su cuerpo actual a orden del dios de turno, pues cuanto mejor deje el cadáver, mejor.

4. Mitología.
Si volvemos a nombrar el Antiguo Egipto, tenemos el mito de Osiris. No obstante, parece muy obvio asumir que hacemos algo por imitación divina en vez de capricho o mandato, que mola más.

―Melk, quita al tío del final del pasillo, que no corre bien el aire cuando abro el óculo.

Aunque con cosas como la taxidermia podríamos tener muebles rituales hechos de difuntos.
No me hagáis mucho caso, he dormido poco hoy.

Hay que pensar en un espacio lógico y funcional donde guardar a estos cadáveres conservados para que la preservación sea lo más duradera posible y, a poder ser, que no anden estorbando.

3. Dónde se conserva
Si nos tomamos la molestia de conservar un cuerpo, pues no estaría de más cuidarlo un poco. ¿O acaso nos dejamos los oros para lanzarlo a la primera zanja que veamos?

El ejemplo archiconocido es la momificación egipcia. Si queréis implementar algo de esto en vuestras ambientaciones, os aconsejo que le echéis un ojo; no para copiar y hacerlo igual, sino para entender la complejidad del proceso y ver qué pasos podría requerir una intervención de ese tipo.

La conservación sencilla no requiere de un oficio derivado. A medida que el ritual es más complejo y entran más elementos en juego, pues ya tenemos a alguien dedicado y una serie de industrias conectadas.

2. Cómo lo conservamos.
La conservación de cadáveres tiene muchos grados de complejidad. Y cuando digo muchos hablo de que algunas culturas metían a sus muertos en una pila de sal, mientras que otras hacían operaciones complejas y ritos que duraban meses en llevarse a cabo.

Nada nos lo impide. Aunque claro, seguramente sea algo propio de una cultura muy compleja que se ha desarrollado en base a la integración de varias culturas y ritualísticas.

Es más, no se nos puede olvidar que todos estos procesos pueden conectarse unos con otros. Es decir, podemos comernos el corazón del difunto, enterrar sus manos, cremar el resto de sus vísceras y conservar el cuerpo.

1. Qué conservamos.
Lo primero que tenemos que valorar es qué queremos conservar. Puede que se trate de algo meramente funcional ya que hay partes del cuerpo que sobreviven más fácilmente que otras con uno u otro procedimiento.

valer de prisión para el espíritu o parte del mismo o funcionar como nexo con la realidad que nos permita mantener la memoria de nuestra vida.