+ atrás. Había sido un hombre guapo, alto e intimidante, pero su cuerpo yacía ahora en una tumba en su castillo de los Cárpatos, sin un aliciente para volver a la vida.
—¿Por qué me has invocado? ¿Cuál es tu aflicción?

+ buscar sus senos, sus formas femeninas. Lo había sacado de siglos de oscuridad, no podía permitirse el lujo de perderla.
—Entonces yo seré tu consuelo —murmuró él, acariciándole el cuello con el dorso del dedo índice.
Se había presentado ante ella con la forma que había tenido una vez, siglos +

Pudo sentir el deseo en ella inflamándose como una explosión. Y su propio cuerpo ardió al tocarla. Sus ojos se encontraron y, aunque no estaban juntos, pues los separaban leguas de tierra y tiempo, la conexión fue instantánea. Sus manos se deslizaron sobre aquel frágil cuerpo, pero se contuvo de +

+

—Tú... Tú me despertaste de una eterna oscuridad. Tú no eres para el mundo de los humanos, no eres para los vivos. ¿Serás una conmigo por toda la eternidad? ¿Lo juras?

+ por fin...
La encontró sola, llorando en un jardín, el cuerpo entumecido por el frío en aquella noche funesta. Se acercó a ella en la que había sido su forma humana, por detrás. Sus manos acariciaron su frágil cintura... +

¿Era él acaso un ángel guardián o capaz de algún consuelo? Era un espíritu atrapado en un cuerpo, pero desde donde estaba podía escuchar su necesidad y sentir su dolor.
Se proyectó hacia ella, sintiendo que por primera vez en siglos su corazón muerto dejaba escapar un latido. Tal vez era ella +

+ Sus ojos casi ciegos se abrieron en la oscuridad y sus manos se aferraron a la tierra donde había nacido, allí, en los Cárpatos, alejado de todo y de todos.

"Ven a mí... Un ángel guardián. Un espíritu de consuelo. Espíritu de cualquier esfera celestial... Oye mi llamada." +

Entumecido por la muerte y el tiempo inescrutable, el antiguamente glorioso conde Orlok se estremeció en su tumba. Podía sentir cómo las ratas caminaban sobre su cuerpo, sobre su rostro, aunque no lo tocaran. Lo acariciaban como amantes solícitas, pero no osaban mordisquear aquella carne corrupta. +

+ alimentaba de ellas por puro instinto.
Su poder era inmenso, pero su deseo de persistir era cada vez más efímero. ¿Algún día aparecería la doncella capaz de mantenerlo subyugado hasta el canto del gallo? Por ella sería capaz de condenarse...

Pero ella nunca lo había buscado.

+ a su suerte al ver su vileza, su bestialidad.
No, no recordaba por qué había sido maldecido con una vida eterna a cambio de sangre, pero la soledad se había vuelto una compañía tortuosa. A veces aceptaba las ofrendas que le enviaban, seductoras, aterradas... Pero no las amaba. Sólo se +

Siglos.
El tiempo no era nada cuando eras infinito.
Pero el mundo se había vuelto un lugar odioso en el que ya nunca encontraba descanso. Ni siquiera recordaba cómo había empezado su maldición, qué había hecho para merecer aquel poder y aquella soledad. Había creado a otros, pero los había dejado +