Dejas de llamar la atención por la calle. Dejas de ser un objeto (fijaos: objeto) de deseo. Nadie nota tu presencia.
He vivido toda mi vida atemorizada por la llegada de la menopausia hasta que ha llegado y (oh sorpresa) me ha cambiado, sí. Pero para bien.

Cuidado con la crianza. Cuidado con no conciliar trabajo y familia. Cuidado con no parecer una golfa. Cuidado con no parecer una mojigata.
Vas por la vida como con una faja mental permanente. Hasta que llega la menopausia.
Ahí te puedes relajar: nadie te ve.

Me encantaría probar a jugar ahí dentro.

+1

Si un grupo de criaturas de 12 años puede reunir el valor para romper el pacto de silencio, tú, Paco, que ya lo único donde tienes pelo que peinar es en los huevos, también puedes.

Yo de ministro en el Ministerio del Tiempo (Libre).
Legislando para que la conciliación suponga que los padres trabajen menos y no que los colegios abran 16 horas incluso en verano y cosas así.

Contratando a más gente y no haciendo que los trabajadores sin hijos tengan que asumir su carga ¿no?

Lo que va a acabar con la cocina tradicional es el capitalismo, la patronal, tu puto jefe.
Las jornadas laborales largas, los horarios de mierda. La productividad, echar horas extra. Tener que comer de tupper en la oficina. Tragarte un menú de bar en media hora y vuelta al tajo.

Pero el hecho de que tu pareja pase tantas horas fuera de casa como tú y no esté toda la mañana haciendo un potaje, como hacía tu abuela, no va a acabar con la cocina tradicional. Que la mujer ya no quiera vivir en un régimen de semiesclavitud siendo un rehén económico del marido no es el problema.

Por ejemplo, mi abuelo tenía el trauma de haber sido encañonado a la cabeza para robarle un saco de trigo con 11 años. Solo se libro porque el compañero del encañonador le convenció con un "joder, es un crío. Quitale el saco y nos vamos". Y si hubiera sido al revés que era? Baja de guerra también?

Mi abuelo siempre contaba que tuvo un vecino agricultor que lo fusilaron para hacerse con sus tierras bajo el pretexto de ser rojo. A mí eso de hacer malabares con la semántica para no llamar a las cosas por si nombre me toca mucho las narices.

-dijo a mi abuela que me abrazó emocionadisima cuando nos vimos. Cosas así no pueden ser frivolizadas porque se pierde la conexión con el sufrimiento. No es lo mismo morir en el campo de batalla que vayan a buscarte a la puerta de tu casa y meterte un tiro en la cabeza. No olvidemos nunca...