Mmh. Deberías relajarte... déjame que te de un masaje.

—al decir eso, las manos del toreador se posaron sobre sus hombros, haciendo una ligera presión—

Lo sé, lo sé... —murmuraba, voz dulce y apaciguadora como sólo él sabía que el ventrue se calmaría. Se inclinó para dejarle besos en su pómulo, mejilla, cuello... Ninguno con otra intención más que ser cariñoso con él—

A mi siempre me va bien. Encuentro la forma para ello.

hasta la mandíbula, pinzándola con delicadeza—

𝑴𝒐𝒏 𝒄𝒉𝒆𝒓... no puedes ser tan duro contigo mismo.

—No respondió a aquella pregunta. Le conocía, y por ello, mantuvo el silencio hasta que Dorian buscó su tacto, apegándose a él suavemente. La mano libre fue a parar a esa camisa abierta rozando con las yemas de los dedos su piel, recorriendo los huesos bajo esta. Ascendió

acercándose a su humanidad—

𝘔𝘮𝘩... si supieras la de versos que podría escribir con tan sólo el sabor de tus labios...

ligeramente definido del vampiro.

Había sentido la necesidad de hundirse en su boca desde el instante que esos azules brillaron bajo las luces del club de jazz, y no sólo como algo carnal, si no más allá, alcanzando la 𝒐𝒃𝒔𝒆𝒔𝒊𝒐́𝒏.

Se separó ínfimo, un jadeo contagiado,

—Sonrió en el encuentro, la complicidad en ambos, bailando, como sus lenguas. Deleitado por los sonidos ajenos, buscando una cómoda postura. Judas optó por tenerle contra la base del sofá, tumbados, cuerpo sobre cuerpo. La bata que portaba acabó por descubrir aún más aquel cuerpo

ligero lametón, antes de buscar la ajena, profundizando el beso. Su mano libre decidió colarse bajo ese pijama prestado, el olor propio mezclándose con el del italiano, alcanzando su espalda, delineando los músculos—

por el humano. Sólo, con cuidado, atrajo su cuerpo hasta que pudo descansar la espalda, y tenerle sobre él. Tendrían suficiente espacio sobre el sofá, amplio, mullido y caro.

Acarició su mandíbula, ascendiendo a sus ondulaciones rubias. La lengua del toreador pidió permiso con un

—El nombre del director pronunciado en ese acento tan Mediterráneo, la suavidad de esos labios que, por algún casual, encontró 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂𝒓𝒆𝒔. La chispa de la primera vez, mezclada con una esencia conocida. El vampiro no hizo brusco el encuentro, no era necesario pese a su intenso deseo

mitad de su torso, la otra mitad cubierta en fina seda. Rompió su propio pacto de dejar cada músculo quieto cuál estatua: se incorporó, mano bajo la mandíbula del rubio, atrayéndole finalmente para besarle. Suave, pero impaciente. 𝘊𝘢𝘱𝘳𝘪𝘤𝘩𝘰𝘴𝘰, incluso—

con paciencia: Judas tenía todo el tiempo del mundo para descubrir que tan especial se le hacía el muchacho.

Una sonrisa sutil, femenina para las facciones masculinas del toreador—

Quiero ser egoísta, y robarte hasta el sueño, 𝒄𝒉𝒆́𝒓𝒊𝒆.

—Inmóvil, la tentación de aquel cuerpo mostrando

—La tentación a tirar de él con la simpleza que sus habilidades como no-muerto le daban, revoloteaba en su estómago. Sin embargo, Mattia parecía haber tocado una tecla que desconocía del piano que llevaba siglos tocándolo. Por eso mismo, se negó de nuevo y dejó que todo siguiera su curso,

habitual). Caminó hasta encontrarse con el ventrue; la figura propia era esa digna de un bambi. La "𝑒𝑛𝑓𝑒𝑟𝑚𝑒𝑟𝑎" y no el "𝑔𝑟𝑒𝑚𝑙𝑖𝑛" ante él, ojos pacientes que esperaban unas palabras ajenas antes de pronunciar las suyas—