Parecen algo más asequibles o razonables por un momento las cocinas populares, colectivizar el alimento o que acabar con la propiedad privada de la comunicación puede impulsar iniciativas populares.

Vecinas poniendo en común sus radios al servicio de todas, comida caliente preparada con camping gas, pasear juntas con linternas. Vemos los mimbres de otra sociedad posible.

Muchas gracias! 🤲💖

Esas estructuras son los mimbres para una nueva sociedad en la que los cuidados se asuman desde las comunidades de las que todas participamos activamente. Esto (y nada más) es la socialización de los cuidados. Y esto (y nada más) es lo que llamamos la "abolición de la familia".

Las soluciones colectivas pueden pasar no sólo por demandas al estado sino por la construcción de estructuras que den consistencia a las acciones informales de apoyo mutuo que hemos descrito, supliendo las carencias de un sistema incapaz de darnos lo que necesitamos.

Esto no quiere decir que tengamos que renunciar a organizar y luchar por los problemas de las familias (por ejemplo, las tasas en la educación pública) pero hemos de hacerlo apostando por las soluciones colectivas (como eliminar las tasas) y no a seguir tratando de restaurar una estructura precaria.

La clase obrera, a menudo, se rota en los cuidados, deja a sus hijos en el espacio público, se presta dinero, comparte los beneficios sociales, etc. Todo esto son formas que, en realidad, ya demuestran que la clase obrera está preparada para (y necesita!) una socialización de los cuidados.

La familia concentra en pocas manos la subsistencia de sus miembros. Lo que anima a buscar fuera de ella apoyos para su sostén. La burguesía, aunque empuja la narrativa de la familia tradicional, lo hace explotando a cuidadoras, sirvientas, etc. La clase obrera lo hace apoyándose en la comunidad.

En este capitalismo acelerado, cada vez se hace más claro que estamos ante un sistema insostenible para la vida. También en el campo de los cuidados. Una necesidad que este sistema siempre ha delegado sobre el individuo y su familia pero que ésta no ha podido asumir del todo.

Para quien no puede beneficiarse de eso, escapar de compartir piso y vivir solo resulta inasumible con los precios actuales. Cada vez más la emancipación toma la forma de vivir en pareja y compartir gastos. Y para quien ya la tiene, romper significa un retroceso sustancial de su calidad de vida.

Conforme se sigue encareciendo la vivienda y el alquiler se consolida como forma principal de acceder a ella, aumentando la presión en varias direcciones. Por un lado, heredar una vivienda se hace cada vez más importante para lograr acceder a la propiedad y huir del alquiler.

También nos encontramos con un aumento considerable de gente mayor, en situación de soledad no deseada, con pensiones pequeñas. Esto se lee como una mala "inversión". Lo que refuerza la idea de formar familias para que, a futuro, tus hijos puedan asumir tu manutención.

Desde la crisis del 2008 muchas familias dependen de las pensiones de sus miembros más mayores para poder paliar los efectos de la precariedad o afrontar gastos inesperados. La facilidad del despido o los recortes salariales sólo acentúan esto.

El poliamor no está exento de críticas. Algunas personas no-monógamas lo somos especialmente pero no por esta vía.

Un ecosistema cambiante pero abundante frente a uno “sólido” (por rígido) que acaba por decepcionar cuando las relaciones, necesidades y capacidades cambian.

Esta honestidad ofrece agencia, conforme además empezamos a entender (y practicar) cada compromiso no como una relación peculiar 1:1 sino como parte de un ecosistema rico de relaciones.

Cuando hablamos de no-monogamia no hablamos de la capacidad no comprometerse sino de tener una comunicación más clara de a qué podemos comprometernos frente al chantaje de perder a alguien o perdernos algo.

La monogamia crea el momento de fascinación romántica y a la vez la profecía de que no podrá cumplir sus falsas promesas.

La promesa romántica, construida a menudo en el proceso de encuentro, de reconocimiento, de admiración, de ser propiedad del otro, de monopolizar el afecto y los cuidados de otro es la que condena a no poder proveer de tales cosas más pronto que tarde.