Van a sus esquinas a trabajar, dispuestos
a recibir, solo dan cuando reciben.
Viene otro cliente. El auto se detiene,
le sacan brillo a sus placas, se acercan,
coquetos piden bajar la ventanilla
y preguntan ¿Cuánto va a ser tu cariño?
Los putos sobran y el sindicato verde
exige cuota y comisión.

Ajustan bien su cinturón –en este–, cargan
todos sus instrumentos de dominación:
una luma para los curiosos, esposas para
los traviesos, una radio para ambientar y
una pistola para el que no quiera pagar.
Rasuran sus caritas, se perfuman y salen.