Mientras tanto, me entretengo con los malos, los juego entre mis dedos desesperadamente hasta que se erosionan, como una fotografía que ha pasado por muchas manos y ha comenzado a desdibujarse, a perder cuerpos, rostros, palabras y vida.

Prefiero guardar los buenos recuerdos para el final. No los toco, no vaya a ser que el viento y el tiempo los marchite.

La buena memoria debe caber en un bolsillo, como una wallet picture.

No soy una romanticista, no disfruto del dolor que genera negar lo que no se sabe, sin embargo, no estás aquí, y yo estoy aquí, escribiéndote.

Ahora que estoy despierta, el avión ya habrá despegado, y ni tú ni yo estaremos observando la Ciudad de México desde la ventanilla, volando con dirección a sabe dios dónde.

Aunque, siendo honestos, nunca podríamos permitirnos un viaje así, ni siquiera en sueños; Seguramente el avión se dirigiría a La Habana, a menos que...

Tal vez, mientras nos dirigíamos hacia el aeropuerto en el Angelus Novus de ensueño, hablábamos de las cosas que haríamos cuando llegáramos a la playa de Copacabana, en Brasil.

Quizás íbamos a conocer uno de esos países con los que tanto habíamos fantaseado cuando compartíamos libros y cigarros en el hostal.

Mis largos cabellos jugarán entre las raíces, como cuando era niña, y mi voz, más fuerte que nunca, entrará por tu ventana, se asomará entre las cortinas de manta y te arrullará en forma del canto de las chicharras.

Cuando se escribe, las almas se desnudan, se plantan frente a frente buscando reconciliarse con un mundo que las ha fetichizado a través de los cuerpos

Por un momento me agradó la idea de pensar que ese mundo estuviese habitado por palabras.
Con palabras, lo corporeo se desdibuja y se convierte en uno de esos lejanos recuerdos sobre la opresión

Fert querer lemon 🗿