Sobre el amor a los hijos (y el amor en general):

Una de las cosas que tengo que hacer cuando cumplo años es escribirle a mis otros tres amis que también cumplen hoy.

Bsky está precioso, pero mirá que nos falta Kanye West para divertirnos.

Gente haciendo aerial silk: ¡Estoy volando!
Yo haciendo aerial silk: ¡Soy un miquito!

No parce, Petro es indefendible.
Qué desgracia.

Los delirios literarios del mandatario están mal hechos, son chambones y muestran además de una cultura superficial una mediocridad esencial: indiferencia por el valor de un trabajo bien hecho. El que publica textos sin corregir irrespeta a su lector.

Me pegué una llorada de tres días tan tremenda que creo que ya quedé completamente recalibrada como para diez años.

Aferrarse a la belleza como el náufrago a su tabla.

Voy a pedir para el próximo año dejar de ser envidiosa porque una no es una chévere como la de la serie, sino una rencorosa y pueril. Ya estoy muy vieja pa esto.

Me gustó mucho la serie envidiosa. Una belleza, además, que me la haya recomendado una muchacha a la que le tengo una cochina envidia.

Los capítulos de cien años de soledad de Laura Mora son bellísimos, conmovedores e impresionantes. Los demás: más bien flojitos.

Van nueve días de diciembre apenas. Pero han sido suficientes para sentir que quizás, solo quizás, este mes pueda salvar este año tan regularcito.

Tengo dos hipótesis de mis años de profesora:

1. Lo que puede hacer la escuela por _cambiar_ el carácter de un muchacho es muy poquito.
2. La única forma de que un hijo salga medianamente saludable es si los papás lo concibieron enamorados, tragados, lo de tener hijos por "proyecto" es: tenaz.

Nada me había hecho sentir tan cñora como que todos mis ex ya tengan novias con hijos.

Hay unos días en que me parece que todos los problemas de mi vida, y todas las decisiones que tomé para estar acá, no son más que una tusa mal tramitada.

Todos estos años de profesora para constatar que todas las familias felices se parecen las unas a las otras, pero las infelices lo son cada una a su manera.

No soy cristiana porque no podría orar para hablar con Dios. Le escribiría cartas, porque hablando me enredo.

El coronel no tiene quien le escriba está en mi top tres de novelas que mejor retratan lo que es Colombia. El coronel, por ejemplo, es el epítome del hombre colombiano; entonces me cae mal, pero también le tengo lástima.