Hay muchos sitios del mundo donde es demasiado tarde. No es nuestro caso: podemos pararlo.

Por extraño que nos parezca a toda la gente de izquierdas, desencantados con lo poco que hemos avanzados, vivimos en uno de los pocos países de Occidente que, hasta ahora, no se ha dejado arrastrar por la oleada reaccionaria. No hablo solo del gobierno sino de la sociedad, de la cultura compartida.

Las élites económicas, sociales y políticas, incluyendo a la judicatura y el alto funcionariado, han aceptado definitivamente el neoautoritarismo como el marco en el que surfear con ventaja la policrisis. Nosotros vemos USA, Rusia, Hungría y Argentina con terror y estupor. Ellos con esperanza.