Petróleo es una palabra bonita, suena a nombre de persona que escribió muchas cosas, debatió en anfiteatros y ahora duerme en un mausoleo.

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"Eres de carne y comes plantas" cantaba o me espetaba un hombre en el andén del metro mientras yo paseaba un pincho de tortilla del Mercadona. Yo como huevo pasteurizado y micro plásticos, señor.

Todos somos iguales bajo las cloacas de las palomas.

Revisar mis listas de notas es como ir a un mercadillo de segunda mano, comprar una palangana y sentirme obscena, infantil, ebria: "Punto Nemo", "Tutorial si giras la cabeza rápido", "Mola como se arruga el papel del envoltorio de la ropa interior", "Como un gloryhole para ojos","Cortar un moflete".

Poner la tostada en la tostadora sabiendo que se te va a quemar entera y que te la vas a tener que comer porque es la única tostada que tienes: escribir es eso.

Le he preguntado a la IA cómo puedo hacer para que no me quite la manera de ganarme la vida y me ha contestado que no me preocupe, que, de todas formas, no me la gano.

Debería tener un asiento con mi nombre en el metro de Barcelona. Un lugar donde poder dejar una mantita, una almohada caliente para calmar mi útero sangriento, una tacita de té con restos del día anterior, unas zapatillas, un libro o dos y un lápiz.

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A veces quisiera tener ego de dentista, tener todas las paredes repletas de retazos de mi CV, títulos, másteres, cursos y acreditaciones, conferencias y seminarios, con bordes turquesa, rojos, cenefas feas, marcos dorados de pino pintado. Pero he decidido hacerme otra red social.