< a través de la ropa era el mismo. Y, sin embargo, Jinx se sintió reconfortada de una forma inexplicable. Se aferró a ella con fuerza, dejando que las lágrimas escaparan de sus ojos azules.

—¿De verdad eres tú? ¿Eres... Eres real?

< menudo y pequeño aunque en absoluto frágil. Jinx era flexible y bastante fuerte, de lo contrario no podría cargar con algunas de sus armas y pelear al mismo tiempo.

Hundió la nariz en el pecho de la mayor, percibiendo un aroma muy diferente al que recordaba. Ni siquiera el calor que notaba >

< estorbo que una ayuda, aunque el caos seguía rodeándola sin remedio.

¿De verdad era Vi? Siempre fue más alta que ella y eso no había cambiado, y aunque ya de pequeña era fuerte, los brazos que ahora la rodeaban lo eran mucho más. La sentía dura y llena de curvas contra su cuerpo, >

Jinx no fue capaz de reaccionar de inmediato. Aquella chica la llamaba Powder, trayendo consigo unos recuerdos que ella había tratado de enterrar para dejar atrás su maldita debilidad. Jinx ya no era la niña que metía la pata constantemente, la que era más un >

< supo que era ella. Con el corazón en la boca, Jinx se giró para encontrarse con... ¿Vi? ¿Aquella mujer era Vi? No podía ser... Nada quedaba de la niña a la que llamaba hermana, tan solo el color del pelo.

—¿Vi...? —Se había quedado anonadada.

< años atrás, cuando asaltaron la casa de los ricachones de Piltover. Y entonces el graznido del cuervo se oyó de nuevo, seguido de una voz que la estremeció de la cabeza a los pies.

"¿𝑃𝑜𝑤𝑑𝑒𝑟?"

No era la voz que conocía. Y, sin embargo, >

< Mylo, Claggor y Vander, ella había ido a ayudar con toda su buena intención. Que jamás pensó que todo acabaría tan mal... Pero su buena fe no impidió que esa noche se convirtiera en asesina.

Observó la bolita azul brillante que sostenía entre los dedos; aquella bolita que había robado >

Vi no aparecería. Vi, la Vi que de niñas la cuidaba y protegía, ya no estaba. Porque esa Vi... Esa Vi la abandonó, la dejó sola y rota. Pero lo peor de todo era que, en el fondo, sabía que se lo tenía merecido. Los dioses sabían que aquella noche, cuando murieron >

< la bengala con rabia.

< pero tenía que salir de dudas. Tenía que hacerlo.
Prendió la bengala y la alzó, dejando que el humo azul se perdiera en el contaminado cielo de Zaun. Esperó... Esperó... Pero el humo se apagó y nadie apareció. Jinx gritó, decepcionada consigo misma por haber tenido esperanza, y lanzó >

< Pero lo estropeó
todo... como siempre.

𝘎𝘢𝘧𝘦, 𝘨𝘢𝘧𝘦, 𝘨𝘢𝘧𝘦...

Todo el que se acercaba a ella acababa muriendo, apretase o no el gatillo. ¿Y si Vi la seguía odiando? ¿Y si Sevika tenía razón y su hermana mayor se había unido al enemigo? El miedo a enfrentarse a la verdad le oprimía el corazón, >

< ¿Lo haría después de siete largos años? La última vez que la vio Vi no era más que una niña de quince años, enfurecida por la muerte de Vander, de Mylo, de Claggor... Muertes que ella misma causó sin querer. ¡Solo había tratado de ayudar! ¡Solo quiso demostrar que era útil y válida! >

El graznido de un cuervo rompió el silencio de la noche. En lo alto de aquella torre, Jinx observaba el vacío con la mirada perdida. En su mano sujetaba la bengala azul, aquella que Vi le dio años atrás para que la usara cuando necesitase que ella acudiera a su encuentro. >