Madrid sigue girando. Yo sigo sin saber si hice bien o no.
¿Y vosotros? ¿Se ayuda igual cuando se duda, o la duda le quita valor al gesto?
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Porque al final, ¿qué pesa más? ¿Haber ayudado a alguien que quizá lo necesitaba, o haber protegido mi bolsillo y mi ego? Por un momento, entre la carne y el chocolate, volví a creer un poco en la humanidad.

Nos hemos acostumbrado tanto a desconfiar que, cuando alguien pide ayuda, lo primero que pensamos es que hay trampa. Y sin embargo, pagué. Y si me engañó, al menos fue con estilo.

Supongo que lo que me removió no fue el dinero, sino la duda. En una ciudad como Madrid, tan llena de pantallas y de gente que finge no mirar, la compasión parece un lujo.

Durante el resto del día tuve esa sensación rara en el cuerpo, como cuando haces algo impulsivo y no sabes si ha sido un acto de bondad o de estupidez. Esa fina línea entre el “qué majo soy” y el “me han tomado el pelo”.

Así que lo pagué. Sin pensarlo demasiado. Sin justificarme ante mí mismo. Simplemente, lo pagué.

Ahí me quedé, mirando su mirada. Confieso que soy muy desconfiado. En Madrid hay más estafas por metro cuadrado que cafeterías con brunch. Pero había algo en su tono que me desarmó

Una mujer joven se me acercó. Tenía en la mano unas bandejas de carne y lo que parecía un calendario de Adviento. "Yo no quiero dinero, esto es para mis hijos", me dijo.

Es esta noche? 😱