Si eres cristiano y de derechas, podrás identificarte con todos estos personajes, menos uno.

No sabría decir por qué, pero estas galletas no se me antojan.

¡Virgen Santa!, justo cuando empieza a hacer frío y hay más humedad, empiezan a bombardearnos con sus porquerías, y luego venga a decir que son condensaciones y hielo.

Martínez de Sousa, MELE 3, 2007.

Muchas gracias. Aquí te devuelvo el favor con una bonita pupa de xamui (Thasus gigas) o chinche gigante. Las había en abundancia en un huizache, cerca de casa (Querétaro), pero han desaparecido.

Insisto en que esto debería llamarse «balón argentino» por lo mal que bota.

Si el capítulo comienza página, sea par o impar, siempre es agradable que el primer renglón vaya precedido de un gran blanco. Un tercio de la caja tipográfica suele verse muy bien.

No todos los capítulos tienen título; algunos ni siquiera tienen un número. En las obras técnicas sí es indispensable que estén numerados, puesto que las cifras son las referencias más convenientes para navegar por la obra. Pero no en los textos de narrativa; la mayoría ni siquiera llevan índice.

Reflexiones sobre el diseño editorial. 103
Los blancos

Si el capítulo es el párrafo de más alto grado en la jerarquía de un texto, debe quedar más señalado que cualquier otro. Para indicar esto, echamos mano de dos recursos: el cuerpo tipográfico y los blancos, casi siempre combinados.
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En las publicaciones de hace un par de siglos y en las anglosajonas contemporáneas encontramos reminiscencias de esa manía decoradora. Por ejemplo, grandes capitulares, números vistosos, versalitas por todo el primer renglón, supresión de la sangría y cosas por el estilo.

Hoy se expresa con una semántica relativamente simple, pero ha habido tiempos en que se han usado métodos muy vistosos.

En el gótico, por ejemplo, los arranques de los capítulos se solían decorar profusamente, pero, entonces, los libros cumplían propósitos distintos.