Y se me viene a la cabeza "Negociador", la película de Borja Cobeaga, dónde la gente, incluso enfrente de un momento histórico, es sólo gente. Insegura, pequeña, totalmente desprovista de épica. Comportarnos como si dos cómicos fueran dos supervillanos, ¿qué dice de nosotros?

Y en ese caldo de cultivo es difícil no imaginar desgracias. Crucemos dedos.

Un indocumentado que reclama uniformidad para no darse de baja de un medio, pensando que alguien se va a poner de rodillas para pedirle perdón, es materia utilizable que poner al servicio de intereses que seguramente no sea los suyos con tal de que le digan lo que necesita escuchar.

Si algo no me gusta, no quiero que exista. Ese es el planteamiento. Y es un planteamiento que llevado a sus últimas consecuencias a lo que lleva es a la aniquilación del otro. Supongo que por eso estos son tiempos tan inquietantes.

El "Cuidadito conmigo, que yo soy el cliente" va mutando a "Cuidadito conmigo, que soy suscriptor, y si usted vuelve a publicar algo así, yo me voy". La pulsión censora no depende pues del poder que uno tenga, sino que parece inherente a gran parte de la sociedad.