se pierde en ese griterío de a ver quién dice las cosas lo más parecidas a como se dirían en un bar, sin espacio al razonamiento sereno. Es decir, que gente que no haría daño a una mosca acabe apoyando a personas que entre el ruido de su propia voz esconde que quiere destruirlo todo.

y eso los valida para hablar de cualquier suceso de nuestra compleja realidad, casi siempre, con un profundo desconocimiento del trasfondo de los hechos. Y siento con todo esto que mucha gente que jamás haría daño a una mosca,

Seguramente, el consumo rápido de información nos haga más superficiales y solo nos quedemos en la mente con la copla de aquellos que hablan más alto. Veo a opinadores que han saltado de internet a los medios de comunicación por el mero hecho de que mucha gente los sigue,

Suele ocurrir que esto se reduce a que si defiendes una idea de manera directa, agresiva o faltona es que se lleva más razón. ¿En qué momento dar gritos, decir algo «por cojones» o alegar que algo es verdad «porque mucha gente lo piensa» se han convertido en argumentos de valor?

fueran mejores que las mujeres. Tengo esperanza en que de manera natural las mujeres alcancen los puestos de poder que no han podido alcanzar en el pasado, aunque sea por la fuerza del número de mujeres altamente capacitadas en el mercado laboral.

Con el discurso racista la víctima queda a un lado, la raíz del problema (como la falta de garantías, recursos y unos protocolos adecuados) se ignora y todo se reduce a que solo preocupa lo que podría venir de fuera sin mirar los problemas que tenemos dentro de nuestro sistema.