+ Esta desolación, este vacío en mi pecho que me impide respirar... ¿Quién eres, mi ángel oscuro?

+ él parecía salido de una de sus fantasías. ¿Y si estaba soñando? ¿Y si todo esto no era más que producto de su perturbada mente?

—La soledad... —Respondió con la voz todavía rota. Las lágrimas habían dejado su rostro húmedo. Cerró los ojos, dejándose embriagar por aquellas íntimas caricias—. +

+ jamás. La vergüenza había sido su calvario, y aun lo era. Ella misma se había cuestionado su propia cordura infinidad de veces. Sin embargo, ahora tenía ante ella a ese hombre imponente y no se paraba a pensar en el poco sentido que tenía todo aquello. Su voz la tenía totalmente hechizada. Todo

¿Por qué lo había hecho? Esa pregunta tenía respuesta. El cómo, en cambio, era algo que ni ella misma alcanzaba a comprender. Siempre había estado unida a las tinieblas de una forma inexplicable. Desde muy niña poseía una sensibilidad especial, unos deseos y anhelos que nadie había comprendido +

+ ansiosa y temerosa al mismo tiempo. Algo la empujaba hacia él, imponiéndose al miedo. Y cuando lo vio... Oh, cuando lo vio el deseo descendió por su vientre como una serpiente reptando.

—Sí... Lo juro, lo juro —respondió, ansiosamente desesperada, arrimándose a él en busca de consuelo.

+ fuego líquido.

Huir de aquel desconocido habría sido lo lógico, pero Ellen jamás se había dejado llevar por la lógica o lo racional. La caricia erizó la piel bajo su camisón blanco, y por primera vez en toda su vida, se sintió... acompañada.

Lentamente se fue dando la vuelta, +

+ escuchada.

"𝑇𝑢́... 𝑇𝑢́..."

La voz de ultratumba le acarició los oídos y congeló su alma. Se quedó petrificada en el sitio, como una estatua de mármol sin vida. Ni siquiera pestañeaba, pero sí notaba el latido acelerado de su corazón golpeándole el pecho y la sangre correr por sus venas como +

Dios jamás la había escuchado. Sus rezos siempre habían sido una súplica vana, un ruego sin respuesta. Aquella noche algo era distinto; tal vez en su voz, o en el sentimiento con el que pronunciaba cada ruego. No esperaba nada y, al mismo tiempo, jamás había necesitado tanto ser +

+ el corazón roto, vacío, mientras acudía al rezo una vez más.

—Ven a mí... Ven a mí. Un ángel guardián. Un espíritu de consuelo. Espíritu de cualquier esfera celestial... Algo. Oye mi llamada.

+ asegurado su madre que ningún hombre la amaría si no dejaba de comportarse como una lunática. Tal vez por eso no lloró demasiado su muerte... O quizá saber que moriría la había ayudado a prepararse a tiempo.

La desesperación la consumía aquella noche de luna llena. Lloraba sin consuelo, con +

+ hasta el hogar de su buena amiga, Anna, y de su marido. Rezar ya no parecía suficiente para alejar aquella oscuridad que se cernía sobre ella, ni tampoco para que la muerte abandonara sus sueños.

Se sentía tan sola, tan incomprendida... Recordaba bien cuántas veces le había +

+ ejemplares. Aquel trabajo no la llenaba, no la enriquecía.

¿Pero qué lo hacía?

Tras la muerte de su madre, Ellen había dejado atrás su hogar para empezar aquella nueva vida, pero la distancia no había cambiado nada. Las voces que la atormentaban desde niña la habían acompañado +

El frío se colaba por el balcón abierto de la habitación que ocupaba en la mansión en la que ahora servía como institutriz. Siempre había sido una joven talentosa, aunque lo que se esperaba de ella no era que enseñara a esas niñas sobre números o literatura, sino a ser unas futuras esposas +