Por aclarar (por si acaso) el texto es mío. Formaba parte de mi blog y ahora espera paciente a que yo logre que se publique en un libro del que no consigo que nadie se interese.

Y así, señoras y señores, chicos y chicas, es como un adulto se aprovecha de la inmunidad que le da en este caso la seguridad de su propia casa y la garantía de que nadie va a sospechar para abusar de su propia hija y, si se tercia, de las niñas o niños a los que tenga acceso.

Creo que él fue el primero en comerse un dulce y bajarse los pantalones y la ropa interior para demostrarnos que el intercambio debería ser mutuo."

Cerró la puerta y se sentó en la cama ofreciéndonos las golosinas. Inició un juego macabro en el que aseguraba que según el tipo de chuchería que comiéramos adquiriríamos ese sabor “ahí abajo”, y que quería comprobarlo.

Recuerdo que se habían activado todas mis alarmas.
A veces pienso en esa niña. ¿Durante cuánto tiempo duraría su propio infierno? Porque estaba claro que ella también sabía, como yo, lo que ocurriría en cuanto él cerrase la puerta. El tipo traía una bolsa con chucherías.

No sé si llegué a preguntar en voz alta quién era ese señor alto, delgado y con una incipiente calvicie que no dejaba de mirarnos, pero ella hizo un gesto de hastío y resignación y respondió: “Si, es mi padre”.

Fue minutos más tarde cuando se abrió la puerta y entró. Primero se quedó unos segundos mirando agarrado al pomo de la puerta abierta, no sé si valorando los riesgos. Recuerdo mirar a mi compañera de juegos interrogante.

El armario de la estancia era blanco con dibujos en sus puertas. Era el dormitorio de la hija de la señora para la que mi madre estaba cosiendo un vestido. Ambas mujeres se habían quedado en el salón probando las telas y nos enviaron a su hija y a mí a su habitación a jugar.

"La habitación era amplia y la luz natural entraba por la ventana iluminando la estancia. Una colcha con motivos florales decoraba la cama. Había una casita de muñecas de tres o cuatro plantas echa en madera.

Esa es la actitud!