Sí, duele, pero ese dolor es el precio de una vida auténtica. Y créeme, vale la pena.

Sanar es cruzar la tormenta para encontrar un lugar de paz, plenitud y libertad emocional.

Sanar no es un camino lineal. Habrá días de luz y días de oscuridad, pero cada paso te acerca a la transformación.

Pero esa "seguridad" es un veneno lento que te va apagando.

Por eso, muchas personas eligen quedarse en la enfermedad: porque aunque duele, ofrece una falsa sensación de estabilidad y tranquilidad.

Te obliga a mirar tus errores, enfrentar tus miedos y reconciliarte con tus propios demonios.
Es un acto de valentía que exige sentir, procesar y liberar todo aquello que te ha mantenido atrapado.

Asumir que "todo le saldrá bien" sin reconocer su sacrificio puede demeritar su esfuerzo y hacerle sentir invisible o poco valorado. Reconoce su dedicación y no des por sentado su capacidad de superar desafíos.