Do you really want to keep pushing me? I know you are doing it on purpose.

en lugar de venir ella personalmente.

a explicarte algo podría habernos puesto en peligro.

— Puntualizó, con una expresión sobria. —

Segundo, ¿qué interés pueden tener en una ciudad cuándo ya tienen a sus espaldas un reino entero? Nah, esa chica sólo quiere una cosa, y es venganza…

De lo contrario, habría mandado a su chucho,

— Dejó escapar una leve carcajada, mirada en la distancia observando el tren llegando a la estación. Un poco más, y estarían ya de camino a las afueras de la ciudad.

Cuándo Angel acabó, rompió el silencio. —

Primero, la prioridad era salir del lugar dónde podían encontrarnos. Pararnos allí

You are such a child, sometimes.

particular: La 𝑛𝑎𝑑𝑎, lo llaman. ¿Puedes imaginarte qué hace, 𝒍𝒐𝒗𝒆? ¿Y por qué es imperativo que nos movamos?

— Inquirió con las manos en los bolsillos, sin molestarse en recuperar el cigarro si quiera, mientras cruzaba de un andén a otro. —

— Sonrió alrededor del cigarro, atento, satisfecho con la implícita 𝒍𝒆𝒂𝒍𝒕𝒂𝒅 del muchacho.

Larga calada al cigarro, que exhaló mientras le tendía este al contrario. Un gesto elegante, de la muñeca. —

Hay personas, …, no exactamente cómo tú o cómo yo, pero que poseen un poder en

Irán a buscarnos a casa, ya han estado en el club. Nunca esperarán que cojamos el tren.

Y, aunque es cierto que me cubro bien las espaldas, no significa que sea invencible…

— Llevó un cigarro a sus labios y lo encendió. —

Por mucho que a mis enemigos les haga creer lo contrario.

Cuánta fé en tu dueño, Angel.

— Palabras que susurró en la cercanía, a su oído, la intimidad implícita en su tono. Cruzaron la entrada de la estación, Keiran apretando un ticket contra la palma del muchacho cuándo fue conveniente.

Ya en el andén, manos en los bolsillos, habló:—

— Oyendo esas palabras, casi echa a reír. 𝘖𝘩, 𝘈𝘯𝘨𝘦𝘭…

Asintió, pasando un brazo por los hombros del chico mientras continuaba caminando hacia la estación. —

Me han soplado que vienen a por nosotros, sí. Tenemos que darnos prisa y salir de la ciudad, ¿me oyes?

— A pesar de todo, el Midnatt no estaba de mal humor, aunque pudiera parecer lo contrario.

Remangándose la chaqueta, comprobó la hora en el reloj. Chasqueó la lengua, negando. —

Te lo explico en el tren, ahora hay que darse prisa.

Vamos.