Yo sigo ahí atrapada.

El césped, el gran descubrimiento del 2025.

Al final todo es una cuestión de gustos. Hay gente que ama a Rosalía, hay gente que la odia y hay gente a la que le da exactamente igual. Y cualquiera de estas opciones está bien.

Y qué bonito es ir descubriendo las capas, significados y referencias que dan sentido a una obra, ya sea un cuadro, una película, o una canción de Rosalía.

Rosalía no es una cantante de ópera, ni pretende serlo aquí, pero al contrario que otras estrellas internacionales (Taylor Swift o Karol G por ejemplo) tiene el talento y la sensibilidad para poder hacerlo. Y también sabe que va a provocar este tipo de reacciones.

Totalmente, con la cinta roja en el pelo y la manzana mordida en la mesa. De hecho, este es el sueño/pesadilla que ella tiene cuando Dios le dice “te voy a joder hasta que me ames”.

Como dice Angélica Liddell, hay que ser siempre MÍTICAS.

Podemos patalear todo lo que queramos, pero no hay ninguna artista pop internacional capaz de hacer lo que hace Rosalía: cantar ópera en alemán.

Donde algunos sólo ven marketing, oportunismo y apropiación de ciertos símbolos culturales “rancios”, otros ven la evolución de una artista en la búsqueda constante de la obra de arte total.

En realidad en España esta atracción sublime por la estética religiosa nunca ha dejado de estar de moda debido a la infeliz dicotomía de que somos un país profundamente ateo y a la vez culturalmente católico.

Vivimos en un momento en el que la imaginería religiosa, no tanto la fe o el sentimiento católico en sí, son “tendencia” gracias a las maravillosas Hijas de Felipe, Los domingos o a Angélica Liddell… y otros productos culturales.