Esta foto me parece puro arte. Lástima ese fondo…

Ese capullo que asoma invita a arrodillarse y a ponerlo grande en la boca.

Sí, es lo que más me puede gustar de él. Horas podría estar comiéndole los huevos sin necesitar a cambio una sola caricia.

He recortado esta foto de culo en pompa para realzar ese vello, ese pelo animal, esa manta que la imagino mojada por el sudor del apareo.

La ordinariez doméstica. Estar pendiente de que no se caiga al tiempo que te calientan las vistas. Hambre.

Me he acordado de aquel canijo sexy, ennegrecido, de Los Caños de Meca, y del escandaloso vaivén de su tranca derivado de la diferente longitud de sus piernas.

Qué achuchable es este maromo… Quiero quedarme frito acurrucado en su pecho en una siesta.

Y el M también por aquí. Que no se pierdan sus sobaqueras, ni su pelambrera gris, ni sus hechuras con los volúmenes que despiertan mi deseo.

Y aunque nos mudemos de red, resulta que, al final, el mundo, o quizá el mundo que uno elige, es tan pequeño que uno termina encontrándose con las mismas personas. Hace más de un lustro este maromo me mandaba fotos de rabo por Instagram; después se lo tragó la tierra y aquí lo tengo otra vez. ¡Viva!

Vamos saltando de lugar en lugar porque nos echan; porque parece que avanzamos, pero el sexo sigue siendo algo para esconder y de lo que hay que proteger. Y mira que si dejásemos de follar nos extinguiríamos…