Necesitamos encarar la revolución de los cerebros destrozados para dejar de serlos. Implica oponernos un tecnologías, invasivas y poderosas. La nueva alfabetización mediática consiste en explorar todas las batallas para la reconquista de nuestra autonomía cognitiva, personal y ciudadana.

Sabes que pertenece al club de los cerebros de destrozados cuando te invade, cada vez como más insistencia una sensación de pérdida de autonomía, de libertad. Un cerebro destrozado es un cerebro esclavo ante sí y en el mundo.

Sabes que eres del club de los cerebros destrozados, cuando a pesar de que nunca has tenido más información y más formas de entretenerte, nunca te has sentido peor informado lo que es peor, esto no te hace nada feliz.

Sabes que eres del club de los cerebros destrozados, cuando la memorización parece una época pasada y hablas de aquellos años en los que eras capaz de retener los teléfonos. Eso significa que hemos interiorizado como inevitable nuestra pérdida de capacidad de memorizar.

Sabes que eres del club de los cerebros destrozados cuando te sorprendes de la cantidad de tiempo que encontrabas para leer, señal del que el tsunami digital ha irrumpido en tu casa en silencio y exige todo el tiempo que estés dispuesto a darle.

Sabes que eres del club de los cerebros destrozados cuando te has hecho impaciente perdido. No soportas que una página web o una aplicación del móvil tarde demasiado encargarse. Necesitas dosis rápidas, pequeñas y constantes.

Como sucede cuando vuelves a montar en bici si llevas tiempo sin hacerlo, necesitas un poco de rodaje antes de sumergirte y experimentar ese “viejo placer” de la lectura profunda.

Que eres miembro del club de los cerebros destrozados te lo indica una sensación recurrente esa sensación de oxidación mental que puede presentarse a la hora de empezar un libro de cierta entidad.

Este ecosistema digital ha colonizado nuestras cabezas y nos ha hecho, como de destacó Nicholas Carr, insoportablemente superficiales. La llamada prematura y visionaria de Car no fue lo suficientemente potente como para de ener o paliar significativamente el proceso. Aquí estamos.

Se diría que un virus depredador de atención se ha apoderado de nuestros circuitos neuronales y ahora controla el cotarro.

Ja ja ja!!