¡Directas al corazón!
¿Qué haces que no estás leyendo? ¡Enamórate ya!
novelascamr.com
-¡Lo que tú digas, Don Seductor! –responde.
-Creo que esto no voy a arreglarlo fácilmente. ¡Hay que ver cómo pueden complicarse las cosas en un momento! –me digo para mis adentros.
-¡Lo que tú digas, Don Seductor! –responde.
-Creo que esto no voy a arreglarlo fácilmente. ¡Hay que ver cómo pueden complicarse las cosas en un momento! –me digo para mis adentros.
-¿De verdad, has pensado eso?
-¿Lo dudas?
-¿De verdad, has pensado eso?
-¿Lo dudas?
-Pero ¿el qué?
-Pues que cualquier mujer se sentiría atraída por ti. Eso ya lo sabes, pero querías que te endulzara los oídos –dice molesta.
-Pensé que había algo en mí que te disgustaba, algo que hubiera hecho.
-Pero ¿el qué?
-Pues que cualquier mujer se sentiría atraída por ti. Eso ya lo sabes, pero querías que te endulzara los oídos –dice molesta.
-Pensé que había algo en mí que te disgustaba, algo que hubiera hecho.
-¿Sólo hay que verme? –repito, buscando una explicación.
-¿Sólo hay que verme? –repito, buscando una explicación.
A veces olvido que Sandrine es francesa porque habla perfectamente el castellano. Sólo me lo recuerda su acento, algo a lo que ya me he acostumbrado y también me pasa inadvertido.
A veces olvido que Sandrine es francesa porque habla perfectamente el castellano. Sólo me lo recuerda su acento, algo a lo que ya me he acostumbrado y también me pasa inadvertido.
Sandrine se acerca a mí por mi espalda, no mantiene demasiado bien el equilibrio.
Sandrine se acerca a mí por mi espalda, no mantiene demasiado bien el equilibrio.