Estoy demasiado concentrado evitando morir de cáncer. Por ahora, un día a la vez. Quizá algún día publicaré mi libro pero ya se verá.

Ahora yo atar cajas con cuerda doble. Y preguntar siempre: ¿Caja o criatura? antes de tocar. Por si acaso.

Yo querer ayudar, claro. Yo cargar caja grande. Pero caja… era criatura disfrazada. Gritar. Saltar. ¡Yo caer por rampa! Muy digno. Muy heroico.

Atticus decir: ‘Lo importante no es cuántas veces caes, sino que no aplastes los documentos aduaneros al hacerlo’. Yo no entender todo…

Lo fuerte es que ¡les encantó! Dijeron que era “una crítica brillante al desorden emocional del siglo XXI”. Lo metieron en una exposición y ahora lo estudian en la Uni de Betelgeuse.

Desde entonces repaso las etiquetas como si me fuera la beca en ello.
(Que lo está, en realidad).

Resultado: la caja recorrió tres sistemas, aterrizó en una gala diplomática, la abrieron delante de medio consejo estelar y se encontraron un cuadro milenario entre unos calcetines térmicos XL y una toalla con manchas de café. Yo sudando por todos los poros.

Ánimo!

Aunque reconozco que a veces es más sabio que todos los cerebros juntos...

El becario, por supuesto, tomó nota de todo…
…en el reverso de una servilleta.

Desde entonces, en Estelar Express existe una regla clara:
“El becario no toca botones sin supervisión y sin café.”

Resultado:
Cinco operarios pegados al techo de la nave, una caja de cubiertos orbitando a 20 km/h dentro del comedor, y Zorgulon intentando mantenerse digno mientras flotaba cabeza abajo leyendo el manual de emergencias del revés.

Lo que no sabía es que había activado el modo gravedad inversa, reservado solo para entrenamiento marcial vogodiano… y para venganzas personales.

Y algunas mudanzas si cambian la vida.

En fin que me enrollo.