-¿Me crees?
-¿Por qué no?
Pero no. Su autorelato era metafísicamente increíble.
-¿Me crees?
-¿Por qué no?
Pero no. Su autorelato era metafísicamente increíble.
-¿Solitaria?
-Te veo sola.
-Huyo.
-¿De quién?
-¿Quién eres?
-Me llamo Alberto.
-¿Dónde están mis tortitas?
-¿De quién huyes?
Me miró. Sonrió. Calló. ¿Asesina en serie?
-¿Solitaria?
-Te veo sola.
-Huyo.
-¿De quién?
-¿Quién eres?
-Me llamo Alberto.
-¿Dónde están mis tortitas?
-¿De quién huyes?
Me miró. Sonrió. Calló. ¿Asesina en serie?
-Buenas. Tres tortitas con nata y sirope, dijo sin retirar la vista de la carta.
-¿Tres?
Asombrada, abandonó el catálogo rojo de dulces y me miró con sorpresa.
-¿Quién es usted?, inquirió entre déspota y curiosa, con una sonrisa tuerta en los labios.
-Buenas. Tres tortitas con nata y sirope, dijo sin retirar la vista de la carta.
-¿Tres?
Asombrada, abandonó el catálogo rojo de dulces y me miró con sorpresa.
-¿Quién es usted?, inquirió entre déspota y curiosa, con una sonrisa tuerta en los labios.