cualquiera opina sobre cómo enseñar, despreciando nuestra formación y experiencia. Estamos desnudos, despojados de respeto.

Lo siento, amigos del caos y de las comunas libertarias poliamorosas, una escuela sin autoridad disuelve el aprendizaje en la confusión, y queda sin profesores y sin alumnos

nuestros jueces. En lugar de preguntar al nene "¿Qué has hecho?", la pregunta es "¿Qué te han hecho?". Una relación que debería ser de confianza, ahora es una sospecha de oficio.

Y luego está el ruido. Redes sociales, influencers y pseudoexpertos han creado un escenario donde

la responsabilidad transcendente de transmitir conocimiento y valores.

También hay responsabilidad en las familias. Lo siento, familias, que ahora parecéis angelotes colgados de los techos de una ermita. En lugar de apoyarnos, muchas veces os habéis convertido en

ha quedado atrapada en ese lodazal. Hoy, ejercer autoridad es casi un acto de rebeldía.

No ayuda tampoco que desde las administraciones educativas hayan fomentado una pedagogía que difumina el rol del profesor. Somos guías, compañeros, facilitadores... todo menos profesores con

En este contexto, los profesores no somos más que un empleado facilitador de situaciones y experiencias gratificantes.

A esto se suma la demonización del concepto de autoridad. Algunos interesados han embarrado los conceptos autoridad y autoritarismo, y la figura del profesor

Por un lado, están el consumismo, que lo trivializa todo. El conocimiento ha dejado de ser algo valioso y se ha convertido en algo que se adquiere rápido y fácil, y te lo ofrecen caro pero con descuento, como un producto más.

que el mundo es más antiguo que ellos y más duradero de lo que serán”. También dijo que en las aulas los jóvenes aprenden el mundo para no sucumbir a él.

Mientras pueda por aquí estaré. Espero que me acompañes, defendiendo que la escuela es un lugar para compartir conocimiento, no para venderlo.

Sin embargo, no pierdo el ánimo. Creo que la educación puede y debe ser una herramienta para la libertad, para el pensamiento independiente y para la justicia social. Es ahí donde debemos resistir.

Como dijo Hannah Arendt: “La escuela es el lugar donde les decimos a los jóvenes

leerme. La enseñanza merece algo mejor, y aún hay tiempo para construir.

Soy profesor, pero también soy testigo de lo que ocurre. Veo cómo el aula, ese espacio que debería ser de crecimiento y pensamiento crítico, se vacía de sentido y se llena de entretenimiento vano para evitar enseñar de verdad.

no solo de lo que sucede. Porque entender es el primer paso para cambiar.

Si tú también piensas que la educación es algo más que un mercado, y la enseñanza pública algo más que un centro de recreo y asistencial de acompañamiento a los pobrecitos te invito a

hay que pensar alternativas y recordar que, en medio de tanta mediocridad, aún quedan ideas poderosas. En cada post trato de ir más allá de lo evidente, aunque reconozco que algunas veces solo consigo desahogarme. Intento hablar de lo que significa lo que ocurre,

hay ningún interés personal, solo deseo y necesito defender lo que creo que aún podemos salvar: una escuela que forme ciudadanos cultos y libres, no clientes y productores obedientes.

Mis palabras son un grito y una constante reflexión. Porque la crítica no basta:

el profesor como trabajador explotado o recurso desechable, que se frustra, se quema o se revuelve. ¿Qué cuenta si no Breaking Bad?

Para mí, escribir en las redes es una de las formas posibles de resistir, desahogar y denunciar. Me queda poco tiempo en la enseñanza, no

cada vez más precarizados, pierden en mil tareas vanas e inútiles el tiempo que necesitan para hacer lo que realmente importa: enseñar.

No es casualidad. Es un modelo importado que todo lo convierte en mercancía, incluso a quienes enseñamos. Lo vemos hasta en las series de televisión:

decirse a sí mismos, yo soy capaz, y tengo derecho a una formación sólida y a una gran calidad de vida. Y me lo voy a currar.

La escuela pública está siendo saqueada mientras se multiplica la oferta privada. Y los profesores,