Metódico, elegante y con calma. No busca acción, sino entender. Cada caso te hace pensar más que actuar, y eso me ha gustado. Es un juego que te obliga a mirar dos veces antes de juzgar. Disfruté ser mente más que mano.
Metódico, elegante y con calma. No busca acción, sino entender. Cada caso te hace pensar más que actuar, y eso me ha gustado. Es un juego que te obliga a mirar dos veces antes de juzgar. Disfruté ser mente más que mano.
Me metí de lleno. Sus ritmos, sus paisajes y todo lo que cuenta sin hablar. Podría haberlo exprimido más, pero lo viví igual. Arthur se me quedó dentro, como alguien real. Ha sido parte de mi vida un tiempo, y lo voy a recordar.
Me metí de lleno. Sus ritmos, sus paisajes y todo lo que cuenta sin hablar. Podría haberlo exprimido más, pero lo viví igual. Arthur se me quedó dentro, como alguien real. Ha sido parte de mi vida un tiempo, y lo voy a recordar.
Estoy aprendiendo a querer los juegos de conducción, y aquí lo sentí. Leer la pista, ajustar trazadas y aceptar el azar se vuelve natural. Es técnico, sí, pero también tiene ese clic que te llega. Aprendizaje y flechazo a la vez.
Estoy aprendiendo a querer los juegos de conducción, y aquí lo sentí. Leer la pista, ajustar trazadas y aceptar el azar se vuelve natural. Es técnico, sí, pero también tiene ese clic que te llega. Aprendizaje y flechazo a la vez.
Ha sido una sorpresa y una apuesta. Cambiar de vida no es relleno: dicta el ritmo y el progreso. Entre recados, crafteo y mazmorras, teje un bucle tranquilo que pide otra tarde. No hay épica, hay trabajo; y en esa constancia aparece la chispa que se queda.
Ha sido una sorpresa y una apuesta. Cambiar de vida no es relleno: dicta el ritmo y el progreso. Entre recados, crafteo y mazmorras, teje un bucle tranquilo que pide otra tarde. No hay épica, hay trabajo; y en esa constancia aparece la chispa que se queda.
El final pega un subidón: tensión, sorpresa y una emoción que se cuela sin avisar. Su antecesor me llegó un pelín más, pero este también se queda dentro. Tiene esa mezcla rara de juego que te hace pensar y, al mismo tiempo, te arranca una sonrisa cuando lo recuerdas.
El final pega un subidón: tensión, sorpresa y una emoción que se cuela sin avisar. Su antecesor me llegó un pelín más, pero este también se queda dentro. Tiene esa mezcla rara de juego que te hace pensar y, al mismo tiempo, te arranca una sonrisa cuando lo recuerdas.
Empieza siendo un juego de apilar cartas casi por curiosidad y acaba pidiéndote estrategia. Gestionar recursos, improvisar y probar combinaciones se vuelve adictivo. Minimalista, sí, pero con un ritmo que te hace pensar cada movimiento sin dejar de ser relajante.
Empieza siendo un juego de apilar cartas casi por curiosidad y acaba pidiéndote estrategia. Gestionar recursos, improvisar y probar combinaciones se vuelve adictivo. Minimalista, sí, pero con un ritmo que te hace pensar cada movimiento sin dejar de ser relajante.
Su fuerza está en cómo construye un espacio digital creíble, lleno de reglas, menús y conexiones que transmiten identidad propia. No siempre es ágil en su ritmo, pero logra algo difícil: que lo artificial se sienta tan vivo como lo orgánico.
Su fuerza está en cómo construye un espacio digital creíble, lleno de reglas, menús y conexiones que transmiten identidad propia. No siempre es ágil en su ritmo, pero logra algo difícil: que lo artificial se sienta tan vivo como lo orgánico.
La música y la ambientación se juntan para crear algo que te mete de lleno. Los parris no están ahí por estar: marcan el ritmo y te mantienen atento. Los combates mezclan bien acción y estrategia. Y cuando acaba, la verdad, dan ganas de volver a meterse ahí otra vez.
La música y la ambientación se juntan para crear algo que te mete de lleno. Los parris no están ahí por estar: marcan el ritmo y te mantienen atento. Los combates mezclan bien acción y estrategia. Y cuando acaba, la verdad, dan ganas de volver a meterse ahí otra vez.
Un juego que entra fácil y está lleno de ideas bien puestas. Cada nivel sorprende con algo nuevo, sin liarse ni estirarse más de la cuenta. Tiene ritmo, gracia y detalles que hacen que jugar sea un placer. De esos que saben exactamente lo que quieren ser.
Un juego que entra fácil y está lleno de ideas bien puestas. Cada nivel sorprende con algo nuevo, sin liarse ni estirarse más de la cuenta. Tiene ritmo, gracia y detalles que hacen que jugar sea un placer. De esos que saben exactamente lo que quieren ser.
Cuesta pillarle el punto: los controles son raros y lo jugable a veces se enreda solo. Pero lo que cuenta, y cómo lo cuenta, es otra cosa. Identidad, control de la información, verdades a medias… Todo eso sigue vigente hoy. Confuso, sí, pero con intención.
Cuesta pillarle el punto: los controles son raros y lo jugable a veces se enreda solo. Pero lo que cuenta, y cómo lo cuenta, es otra cosa. Identidad, control de la información, verdades a medias… Todo eso sigue vigente hoy. Confuso, sí, pero con intención.
Un plataformas que destaca por su diseño de niveles abierto y agradable, pensado para explorar sin agobios. La sensación de libertad al moverse y coleccionar lo es todo. A veces solo hace falta eso: ser un dragón, volar un poco y disfrutar del viaje.
Un plataformas que destaca por su diseño de niveles abierto y agradable, pensado para explorar sin agobios. La sensación de libertad al moverse y coleccionar lo es todo. A veces solo hace falta eso: ser un dragón, volar un poco y disfrutar del viaje.