En este caso es bastante evidente cuando habla de algo de lo que ha investigado 10 minutos antes de empezar el guion, porque hacer un vídeo sobre la transición Ming-Qing y reducirlo a batallitas es un poco triste. Más de lo mismo con decir que “los manchúes descendían de los antiguos yurchen”.

La última vez que vi un vídeo suyo ya me dio mala espina el tufillo a nacionalismo banal cuando hablaba de la conquista de América, y ya estaba claro que en algunos había bastante copiar-pegar de Wikipedia.

Ahora bien, como divulgador es flojete. Sus vídeos son muy pero que muy reduccionistas y se limitan a hablar de elites, anécdotas y menciones a batallitas. De vez en cuando suelta un “y este rey construyó x edificio” o “hubo una reforma este año”, pero ahí acaba la cosa.

Después de todo hablamos de alguien que visita santuarios dedicados a criminales de guerra, se opone a que las mujeres puedan conservar su apellido al casarse, quiere continuar una política de depreciación del yen y se declara admiradora de Margaret Thatcher.

El historiador, por formación, resiste estas simplificaciones. Pero esa resistencia no resulta atractiva en un ecosistema que premia certezas rápidas y relatos emocionalmente satisfactorios.

También podemos estar de acuerdo en que el turista promedio tiene mentalidad de oveja churra y poco respeto porque piensa que la gente local son extras. Ahora bien, el discurso chovinista que tiene la doña y lo de llamar a los extranjeros "especie invasora" es de ser casposo no, lo siguiente.

Puede uno estar de acuerdo en que el guantazo que se ha pegado el yen y el petardazo turístico que está viviendo el país son una desgracia porque la sobreturistificación es, en efectos prácticos, empobrecimiento.