bienvenida. Se vuelve hacia los changelings.

—No hay autobuses al campus hasta dentro de una hora. ¿Aguantáis hasta entonces?

pasado siquiera de la primera sala.

—¿Son así siempre? ¿Es esto normal para...?

Un gesto vago, señalándolos: los nativos.

dinero es una cosa tan pintoresca!), pero ya se ha dejado su presupuesto en las casetas de puntería. Se aparta antes de que la mujer termine de darse cuenta.

—¡Voy!

Mira a Anx, a la mano que sostiene la suya, a la otra, y al chaval que la ocupa. Tiene muy poquito en común con Cain, piensa, para recibir los mismos mecheros... pero es cierto que los ha visto muy pegados, esta noche.

—¿Verdad que nos dirás por qué?

—A quién de los presentes querría llamar si estuviera en una emergencia... como un accidente de coche. Aún tenemos que salir a conducir, por cierto.

triangulares que, puestos sobre la cabeza, emulaban orejas felinas.

—Te escuché decir que nos faltaba el gato de Cheshire —explicó. Eso, y que al principio de la noche, mientras jugaban, la había creído ver curiosamente melancólica.

Rió, encantada con el cosquilleo contra su cuello — al tiempo que una calidez le inundaba el cuerpo entero, acorralada como estaba. Alzó entre sus cuerpos su obra (menos lustrosa de lo que le habría gustado): la única pieza de origami que recordaba cómo hacer. Los pliegues formaban dos picos »

La broma le sacó una sonrisa... pero Flordelimón echó un paso atrás, espalda contra la barra. Su barbilla, alzada en risueño desafío, animaba a que la muchacha se arrimara.

—Es posible.