Usted disculpe el silencio. Se debe a dos razones. La primera, que miro esta red muy de vez en cuando. La segunda, que no tengo por costumbre interactuar con perfiles anónimos.
Si usted sale del anonimato, le daré otra respuesta distinta al silencio.

Si es del Alba, entonces me uno.

Mil veces preferí en mi vida al que iba de frente. Al que se le calentaba la voz. Al menos demostraba tener sangre en las venas. Había algo de honestidad a flor de piel. De González Pons y de Feijoo, por quien habla, queda lo opuesto: el lenguaje cobarde de la falsa moderación.

Lo que se tercie. Siempre solícito y nunca de frente. Siempre con ese tono cadencioso de falsa gravedad. El que usan quienes creen que ser moderado es hablar más despacito, con requiebros en las palabras y silencios dramáticos en cada pausa.

Digo seguramente, porque no es la primera vez que este político se presta a estos enjuagues. Son muchos años ejerciendo de "señor Lobo". Tapando la corrupción. Sembrando dudas sobre recuentos electorales. O llamando "cáncer" al Tribunal Constitucional.

Ayer, González Pons profanó con su miserable discurso ese espíritu de unión. Seguramente obedeciendo consignas: si mi equipo juega peor, embarremos el campo para que no pueda rodar el balón. Y en último término, firmemos tablas a golpe de antipolítica y más barro.

Tengo para mí que eso es lo que quiere la gente y lo que quiere Valencia hoy. Ni cortinas de humo ni tacticismo. Sólo manos unidas para reconstruir una tierra en la que la muerte no se detuvo a preguntar lo que votaba o dejaba de votar cada cual.

Ayer, a la misma hora en que esta soflama envenenaba el parlamento europeo, un alcalde y un senador de distintos partidos se abrazaron con el corazón roto para llorar juntos por Valencia. La bandera embarrada de esa tierra brilló más limpia que nunca en sus manos.

Misión cumplida podría decirse. Si no fuera porque quien recibe la estocada no son los grupos oponentes. Sino el mismo pueblo valenciano. El mismo en cuyo nombre este sujeto se arroga el derecho a ser portavoz en exclusividad y cuyo dolor patrimonializa.

La intervención de González Pons ayer en el Parlamento europeo duele por eso. Porque está construida con esa falsa gravedad que imprime la cadencia lenta. Pura solemnidad impostada. Con el truco final de trilero de erigirse él mismo en víctima de la tragedia para ganar autoritas

De un combate en esgrima parlamentaria se sale con magulladuras y cortes que duelen mucho en caliente y un poquito menos en frío. Pero la estocada que más duele viene siempre de los mansos. Esos que construyen un perfil de falsa moderación hablando con cierta pausa y poso.

He conocido gentes de todo tipo y pelaje en política. Concejales, alcaldes y diputados de todo signo político con los que me tocó debatir y discrepar cuando estuve en una tribuna. Debatir y discrepar, a veces, con extrema dureza y esquivando golpes dialécticos muy duros.

Hoy era el día de recuperar mi vieja suscripción a The Guardián.

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https://elpais.com/deportes/futbol/2024-10-27/insultos-racistas-contra-lamine-yamal-y-raphinha-en-el-bernabeu.html