Lo más curioso de toda esta revisión es darse cuenta de lo brillante que es en muchas ocasiones. Usa diálogos muy pequeños para transmitir lo que busca, pero se apoya bastante de los ángulos, los silencios y las propias relaciones complejas que hay entre ellos.

Después de poco menos de un año pude terminar mi revisión de Dragon Ball Z.

«Les mostraste piedad a todos. Hasta a tus peores enemigos, hasta a mí. Como si supieras que yo tendría esto que llaman alma. ¿Cómo puede un sayajin pelear con tanto poder y ser al mismo tiempo tan gentil?»

Hoshino se alza, a pesar de estar lastimado, porque él es el héroe. Porque tiene que atender al llamado de Smile y demostrarle que es mucho más que una máquina.

Es ahí cuando el Ping Pong pasa de ser algo agotador y estresante a ser un juego en el cual poder divertirse y dar lo mejor de sí.

Y esto es lo que más me gusta de Hoshino, y es algo que la mayoría de mis personajes favoritos comparten. No son héroes por tener poderes. Son héroes porque ayudan a quien lo necesitan; porque inspiran y se convierten en bastiones de luz y esperanza en medio de la oscuridad.

Es decir, el heroísmo no tiene por qué llevar una capa y tener superpoderes. Tu héroe puede ser ese amigo que te ayudó en un momento de debilidad, aquel maestro que te enseñó algo que aún recuerdas, o ese padre o madre que te motivó a seguir tus sueños, sin importar qué tan difícil fuera.

Y lo magnífico es que esos héroes suelen ser gente común a nuestro alrededor. Para Smile y Ryu el héroe es Peco. En Sunny Haruo y Sei se tienen mutuamente y a las estrellas como aquello que les permite soñar. Tachibana en GoGo Monster tiene a Big Star, quien poco a poco se convierte en Makoto.